jueves, 12 de agosto de 2010

Oh, la felicidad

  Qué lindo que es cuando, en un día completamente normal de la semana –con la misma cantidad de horas de viaje apretujado, la misma cantidad de horas de traste apoyado en ese banco totalmente antianatómico, la misma cantidad de horas de sueño faltantes que te delatan en las ojeras y los cabeceos- sin razón aparente y totalmente de imprevisto, uno está contento.

  Uno está feliz, se percata de ello, y se pone más feliz.
  El día es gris y la gente caricúlica como de costumbre –como uno mismo es de costumbre- pero ese día tiene ese nosequéquequéseyo que lo hace a uno brillar. En esos días uno puede darse cuenta de las pequeñas cosas de la vida, que el malhumor suele hacernos pasar por alto.
  Hablé con un desconocido mientras esperaba en la parada del colectivo riéndonos del hambre que nos estaba dando de tanto esperar; saludé al colectivero al subir y al bajar; le ofrecí el asiento a una mujer que del sueño se le aflojaban las piernas; ayudé a una ciega a subirse al tren; agarre del brazo a una chica para decirle que le estaban intentando robar; corrí a ese chico para devolverle los dos pesos que se le habían caído del bolsillo; me ofrecí a ayudarle a llevar cosas a una chica que no daba abasto; seguí a una persona solo para poder oler la estela de su perfume un poco más; agradecí a la gente que me acompaña aunque sea con una golosina o un abrazo; canté fuerte y también un poco me puse a bailar; sonreí por que sí de la nada, y por que sí de la nada también me puse a llorar.
  Lo mágico de esos días es que, no solo se logra estar totalmente a gusto con uno mismo, sino que además se tiene la necesidad de esparcir esa alegría alrededor. Decir gracias, por favor y perdón nunca está de más; concederle a alguien tu lugar, tu tiempo o tu compañía tampoco. Incluso si la otra persona no aprecia la ofrenda, eso no importa, vos sabés que hiciste algo bueno e infrecuente. Y con la práctica esa bondad infrecuente se volverá habitual, por eso no hay que dejar pasar ninguna oportunidad.

  Una vez leí que la clave para saber si uno era feliz consistía en preguntarse al despertar cada mañana “¿Tengo ganas de hacer lo que voy a hacer hoy?”. Si pasan muchos días en los que la respuesta es “No”, hay que tomar medidas.
  Yo personalmente me alegré al darme cuenta de que, a pesar de que como todos me quejo de no poder tener el confort, la tranquilidad y la diversión que me gustaría, esos aspectos negativos no son lo suficientemente molestos como para que no valga mil veces más la satisfacción y el placer que me da hacer lo que elegí; los defectos o discordancias con mis más cercanos no opacan nunca sus virtudes y las alegrías que me brindan; mis propios errores e insatisfacciones no son tan terribles como valiosa mi simpatía. Y eso es lo que uno en un día normal suele no ver y tiene que ocuparse de tener presente.
  Definitivamente, a la gente feliz le pasan cosas buenas, y eso es por el simple hecho de estar felices. Ves con otros ojos las cosas; algo que cuando estabas malhumorado era terrible, no tiene tanta importancia, o incluso puede traer algo bueno (recordad: “oportuncrisis!”).
  Esto es lo que yo quiero hacer, aunque algunos en el tren piensen que estoy loca cuando se encuentran nuestras miradas y yo les sonrío, porque –citando una frase que originalmente era de Coldplay- you don’t know how lovely you could be. Solo estando feliz, podés ser realmente encantador. Y, ¿quién no querría ser encantador? En definitiva, nunca se sabe si esa persona a la que le hablaste en el colectivo no termina siendo tu alegría de cada día…
  Solo eso… no importa lo que se tiene, lo que falta todavía de lo que se quiere tener, o a donde se quiere llegar. No hay que esperar a que llegue algo mejor sino ver lo grandioso de lo que ya está pasando… y así las cosas llegan solas. Pase lo que pase, el que se da cuenta de esto y lo aprovecha, ya tiene una luz especial que hace que cada día sea distinto y con la que muchos ni pueden soñar.

  Hoy reprobé la primer mitad de una materia anual, y pasé por el día más largo de mi semana (un promedio de 14 hrs desde la mañana fuera de casa) habiendo dormido solo una hora a la noche.
  Pero, ¿saben qué? Me encantó la nueva materia que me presentaron (al igual que como pasó con casi todas las anteriores) y además me tocó un buen grupo de compañeros :)

"Una persona feliz no es alguien que se halla en una determinada serie de circunstancias, sino más bien alguien que adopta una determinada serie de actitudes"

2 comentarios:

  1. Aún así, a no menospreciar los efectos de la infelicidad. Como bien dice el sabio Sr. Huxley:
    "La felicidad real siempre aparece escuálida por comparación con las compensaciones que ofrece la desdicha. Y, naturalmente, la estabilidad no es, ni con mucho, tan espectacular como la inestabilidad. Estar satisfecho de todo no posee el encanto que supone mantener una lucha justa contra la infelicidad, ni el pintorequismo del combate contra la tentación o contra una pasión fatal o una duda. La felicidad nunca tiene grandeza"

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  2. Neush12/8/10

    Muy interesante tu planteo sobre la felicidad, pense que era el único loco que saluda al colectivero al subir jaja. Uno lo puede ver como una boludes pero en realidad uno al decirle "buen día" es como que se le tranfiere parte de tu alegría y deceandole que realmente sea un buen día para él, lo cual no es poco para un hombre que trabaja 8 horas arriba de un colectivo dando la misma vuelta monotona que dió ayer y que va a dar el día de mañana... La felicidad, por lo menos desde mi punto de vista, pasa por saber que los seres más cercanos también están felices y sino lo están tratar de alegrarles el día aunque sea con un chiste malo (como son los mios por costumbre) o darles el apoyo que necesitan para hacer frente a eso que los entristese o les molesta. Al fin y al cabo mi felicidad está atada a la ajena, uno no puede ser feliz si sabe que el resto no lo es, sino ¿Con quién la compartiría?, ¿Qué sentido le encontras a la felicidad si te la guardas para vos mismo?.

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