miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿Qué quieren las mujeres?

No es una pregunta tan complicada y misteriosa, pero todos los hombres aunque sea alguna vez se la hicieron y aun así sigue siendo una de esas dudas existenciales. A mí me salta a la mente instantáneamente miles de respuestas a esa pregunta, así que no entiendo como pueden no entender. Creo que el problema está en el planteamiento de la pregunta, y en la probable conceptualización detrás de el.

“Las mujeres” es una categoría tan general y vasta que es imposible extraer de ella una conclusión única y universal en lo que respecta a un área tan subjetiva como son las preferencias, los deseos, los sueños. Cada mujer es distinta a las demás, y aunque algunas se asemejen un poco más, siempre va a haber algo que ni ella misma sepa o entienda claramente de su persona. Entonces, ¿cómo pretenden descifrarlas en su totalidad como para saber todo lo que podrían querer, y a todas a la vez? No existe una fórmula salvadora, hay que prestar atención en cada caso en particular e ir descubriéndolo.

Los hombres, en su simplicidad, casi siempre tienen en claro lo que quieren de las mujeres porque atienden a la necesidad más urgente y potente. Quieren verla, quieren hablarle, quieren conocerla, quieren besarla, quieren tocarla, quieren estar con ella… y fin de la cuestión. ¿Qué quieren las mujeres? Ser felices. Estar cómodas, confortables y contenidas en la situación en la que se encuentran. Entonces, cuando aparece el hombre en cuestión, no se limitan a pensar qué quieren verlo, hablarle, conocerlo, besarlo, tocarlo, estar con él. Sino que consideran las repercusiones de esos actos a futuro, aunque sea a un nivel inconciente. ¿Y si las cosas se tornan en algo que no les gusta? ¿Y si la parte más placentera de la relación era la menos pensada? ¿Y si empiezan a querer demasiado? ¿Y si siguen queriendo muy poco? Sí, son complejas las mujeres, tal vez demasiado. Pero así son las cosas. La felicidad para ellas no esta en ese momento en el que se concreta el deseo más instintivo, sino en las sensaciones y emociones que se generan a lo largo del tiempo en la sucesión de esas concreciones. A veces es un tiempo corto, a veces es largo, a veces son muchas concreciones, a veces es una sola, a veces son concreciones más banales, a veces son encuentros más profundos. Lo importante es siempre sentirse bien respecto a esa situación general, y no solo a la puntual.

Tal vez radique en el instinto maternal y de permanencia en el hogar propio de la mujer, pero resulta que sea cual sea la relación, la mujer necesita sentir mayor estabilidad en su vida que el hombre, que es más inmune a la incertidumbre y más apto a salir y enfrentarse con algo nuevo cada día. El ojo siempre está puesto en la mujer; a través de los siglos siempre fue ella el objeto visual, provocando que ella misma se tome como tal. Por lo tanto, cuando comienza una relación, la mujer piensa en lo que quiere ver del hombre y también en lo que quiere ver de ella misma con él, mientras que el hombre solo se concentra en lo que quiere de ella.

En los momentos de desconcierto en los que surge esa pregunta de ¿qué es lo que quieren? se tiene que considerar que a veces no se sabe exactamente lo que se quiere, otras se sabe, pero no como obtenerlo, y hasta en algunos casos, se sabe lo que se quiere y como obtenerlo, pero realizarlo podría tener aspectos negativos en algún ámbito que se deberían poner en consideración. Y muchos factores influyen en el accionar de la persona a la hora de buscar eso que se quiere: las características propias de la personalidad (especialmente, el control que tiene la persona sobre sus propias características), los rasgos de su vida (el momento puntual que está atravesando), las experiencias pasadas y conocimientos que pudo extraer de ellas, y ciertamente, la índole de aquello que desea, lo que representa para la persona. Y todo esto suponiendo que uno ya descubrió concientemente qué busca.

Si uno se detiene a analizar todo esto, realmente puede llegar a entender porqué las mujeres actúan como lo hacen, incluso cuando resulta inesperado o contradictorio. Lo importante está en no quedarse solo con lo que se exterioriza, sino tratar de descifrar que cosas llevaron a que se exteriorice eso, y por lo tanto que cosas se quedaron en el camino.

martes, 23 de noviembre de 2010

El amor I

Mi psicóloga madre, tratando de reconfortarme un poco en mi mal momento, se me acercó y me leyó un fragmento del libro Historias del Diván. Ocho relatos de vida, de Gabriel Rolón.
Yo hace mucho había indagado ya sobre esta cuestión, pero no había llegado a ninguna conclusión que me resultara certera. Bueno, está si me pareció serlo. Y ya quiero que empiecen mis vacaciones para leer el libro entero. Allá vamos.

     - Podríamos decir, aunque suene esquemático, que hay tres momentos en el desarrollo de un amor maduro: enamoramiento, desilusión y aceptación de la realidad.
     En el primer momento, el amado es alguien maravilloso, no tiene defectos, nadie es mejor que él, está terriblemente idealizado, casi endiosado. El amado se ve engrandecido y en cambio uno se va empequeñeciendo, hacia el punto tal de no poder entender cómo alguien tan perfecto se ha fijado en uno.
     En el segundo momento comenzamos a percibir algunas imperfecciones en la persona amada. Vemos que ante determinadas situaciones su carácter no es el mejor; que en algunas cosas se equivoca, y esos rasgos, que ya estaban pero que el enamoramiento nos impedía percibir, nos producen pena y desilusión y así como en el primer momento ya queríamos casarnos y estar juntos para toda la vida, en este segundo momento es probable que queramos que se vaya para siempre.
     - Entonces, ¿qué se debe hacer?
     - Reconocer que ambos momentos son engañosos, y que ninguno de los dos es el amor.
     - ¿Y qué es el amor, entonces?
     - El amor sería un tercer momento en el cual vemos al otro como es. Ni tan idealizado ni tan degradado. No es ni Dios ni el demonio. Disfrutamos de sus virtudes y aceptamos sus faltas. Y a pesar de ellas lo aceptamos y podemos ser felices a su lado. Recién ahí podemos hablar de un amor maduro con posibilidades de proyectarse en el tiempo de una manera sana. Porque la clave del amor, como me dijo alguna vez mi analista, está en reconocer los defectos del otro y preguntarse sinceramente si uno puede tolerarlos sin estar todo el tiempo protestando, y ser feliz a pesar de ellos.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Principio 90/10

de Stephen Covey


¿Cuál es este principio? El 10% de la vida está relacionado con lo que te pasa; el 90% de la vida está relacionado con la forma en cómo reaccionas.

¿Qué quiere decir esto? Nosotros realmente no tenemos control sobre el 10% de lo que nos sucede. No podemos evitar que el auto se descomponga, que el avión llegue tarde, que un conductor obstaculice el tráfico. No tenemos control de este 10%. El otro 90% es diferente. Tú determinas el otro 90%.

¿Cómo? Con tu reacción. Tú no puedes controlar el semáforo en rojo, pero puedes controlar tu reacción. No dejes que la gente se aproveche de ti. Tú puedes controlar como reaccionas.

Usemos un ejemplo.

Estás desayunando con tu familia. Tu hija tira una taza de café y mancha tu camisa de trabajo. Tú no tienes control sobre lo que acaba de pasar. Lo siguiente que suceda será determinado por tu reacción. Tú maldices. Regañas severamente a tu hija por que te tiró la taza encima. Ella rompe a llorar. Después de regañarla, te volteas a tu esposa y la criticas por colocar la taza demasiado cerca de la orilla de la mesa. Y sigue una batalla verbal. Tú vociferando subes arriba a cambiarte la camisa. Cuando bajas de regreso, encuentras a tu hija demasiado ocupada llorando terminándose el desayuno y estar lista para la escuela. Ella pierde el autobús. Tu esposa debe irse inmediatamente para el trabajo. Tú te apresuras al auto y llevas a tu hija a la escuela. Debido a que tú ya estás atrasado, manejas 40 millas por hora en una velocidad máxima de 30 millas por hora. Después de 15 minutos de retraso y obtener una multa de tráfico por $60.00, llegas a la escuela. Tu hija corre a la escuela sin decirte adiós. Después de llegar a la oficina 20 minutos tarde, te das cuenta que se te olvidó el maletín. Tu día empezó terrible. Y parece que se pondrá cada vez peor. Ansías llegar a tu casa. Cuando llegas a tu casa, encuentras un pequeño distanciamiento en tu relación con tu esposa y tu hija.

¿Por qué tuviste un mal día?

a) ¿El café lo causó?
b) ¿Tu hija lo causó?
c) ¿El policía lo causó?
d) ¿Tú lo causaste?


La respuesta es la "d".

¿Por qué? Debido a como reaccionaste en la mañana. Tú no tenías control sobre lo que pasó con el café. Los 5 segundos de tu reacción fue lo que causó tu mal día. Te presento lo que debió haber sucedido.


El café te mancha. Tú hija está a punto de llorar. Tú gentilmente le dices: "está bien cariño, solo necesitas tener más cuidado la próxima vez". Después de agarrar una camisa nueva y tu maletín, regresas abajo y miras a través de la ventana y vez a tu hija tomando el autobús. Ella voltea y te dice adiós con la mano.

¿Notas la diferencia? Dos escenarios diferentes. Ambos empezaron igual. Ambos terminaron diferente. ¿Por qué? Tú realmente no tienes control sobre el 10% de lo que sucede. El otro 90% se determinó por tu reacción.

¿El resultado? Millones de personas están sufriendo de estrés, sufrimientos, problemas y dolores de cabeza que no valen la pena. Por nuestro bienestar, todos debemos entender y aplicar el principio 90/10. Puede cambiar tu vida.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Mario Benedetti

Táctica y estrategia

Mi táctica es
                      mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
                      hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo      ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
                      ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
                       ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
                                   simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo      ni sé
con qué pretexto
por fin      me necesites.


La otra copa del brindis

Al principio ella fue una serena conflagración
un rostro que no fingía ni siquiera su belleza
unas manos que de a poco inventaban un lenguaje
una piel memorable y convicta
una mirada limpia      sin traiciones
una voz que caldeaba la risa
unos labios nupciales
un brindis

es increíble pero a pesar de todo
él tuvo tiempo para decirse
qué sencillo      y también
no importa que el futuro
     sea una oscura maleza

la manera tan poco suntuaria
que escogieron sus mutuas tentaciones

fue un estupor alegre
sin culpa ni disculpa

él se sintió optimista
                                   nutrido
                                               renovado
tan lejos del sollozo y la nostalgia
tan cómodo en su sangre y en la de ella
tan vivo sobre el vértice de musgo
tan hallado en la espera
que después del amor salió a la noche
sin luna y no importaba
sin gente y no importaba
sin dios y no importaba
a desmontar la anécdota
a componer la euforia
a recoger su parte del botín

mas su mitad de amor
                                       se negó a ser mitad
y de pronto él sintió
que sin ella sus brazos estaban tan vacíos
que sin ella sus ojos no tenían qué mirar
que sin ella su cuerpo de ningún modo era
     la otra copa del brindis

y de nuevo se dijo
qué sencillo
                    pero ahora
lamentó que el futuro fuera oscura maleza

sólo entonces pensó en ella
                                              eligiéndola
y sin dolor      sin desesperaciones
sin angustia y sin miedo
dócilmente empezó
                                  como otras noches
                                                                  a necesitarla.


Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido
                    y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
                 viceversa.

martes, 9 de noviembre de 2010

Entregando

Lo dije antes y lo vuelvo a decir ahora:
No hay nada peor que el sonido de los pájaros a horas de la madrugada, anticipándote la pronta salida del sol en una noche que rogabas -aún contra tus verdaderos deseos- sea eterna.


Los extraño mucho a todos.
Ya se acaba.