viernes, 25 de marzo de 2016

Uno y el mundo

Escrito en Octubre del 2011.
Percibido y experimentado hasta el día de hoy...


Esto es una lucha constante entre subirse y bajarse los humos. Como si el ego fuese de plastilina o el autoestima de piedra.

Que hay que quererse un poquito más, no exponerse demasiado, no prestarse mucho a que abusen de uno; que tenés que hacer lo que te dicen tus mayores solo porque son tus mayores y tu palabra (tus pensamientos) nunca va a ser más que la de ellos; que no estás tan mal como te parece, no sos tan malo como creés, sos una persona valiosa y te lo merecés; pero tampoco nunca es suficiente con lo que hacés, siempre puede estar un poco mejor, siempre algo te faltó.

Nos enseñan que ser creídos, vanidosos, narcisistas es recontra despreciable, pero no se lo enseña igual de odioso el tener un amor propio por el piso, necesitar cada reconocimiento o distinción para no sentirte un fracasado, creerte a rajatabla cada menosprecio hacia vos, el dar mucho e incondicionalmente por los demás sólo para esperar que alguien lo de por uno.

Yo soy incapaz de dejarme influenciar, no puedo negar cuando las cosas no me gustan. Pero hay veces que siento que el mundo me dice a gritos que el modo en que soy y me manejo está mal, o que lo que quiero no se puede. Y a mí no me gusta llevarme el mundo por delante, así que me quedo con una sensación de que me está pasando por encima.

Es que realmente me importa lo que piensen los demás, y a todos en alguna medida también. Por más que algunos sean más exitosos en no dar bola cuando le llevan la contra, en cuanto hay personas queridas involucradas no te dejan mucha opción. ¿Qué hacer cuando hacés algo que te gusta mucho pero todos tus cercanos te dicen “por favor, no lo hagas, nos preocupa mucho”? ¿Hasta qué punto corresponde que uno se resigne por mantener la paz y cuándo ya te empiezan a manejar la vida?

La complicación de buscar ser distinto, resaltando o no, pero uno siempre en silencio comparándose con el colectivo. A veces asqueándote de que por un momento alguien piense que sos igual, a veces con miedo de que te puedan tildar de eterno inadecuado social. Porque uno tiene simultáneamente las facetas de conocido y desconocido para las personas, cercano y lejano a la vez; de lejos querés que se note que pensás, que podés opinar de una variedad de cosas, que sos capaz de crear un nuevo mundo mejor, (tal vez para tener un fuerte motivo para tratarlo) pero a la vez te adecuás al mundo actual, necesitás a los que más cerca tenés y te avergonzás cuando pensás que ellos te conocen en tus mejores facetas de “no puedo”, “no sé qué hacer”, “me pone mal”. Les debés el silencio de la mascarada de tu humanidad.

Entonces, es ser el mundo para algunos, y ser alguno para el mundo. Como ese que balearon para robarle y sale en el noticiero, y todos decimos “uh, garrón” (pensamos “uno más” en nuestro interior), bueno, ESE sos vos. Que miden la gravedad de la pérdida en cuanto a qué tan querido era u ocupado estaba. “Todo su barrio está en sumido en la tristeza”, “estudiaba ingeniería y después ayudaba en el negocio familiar”. ¿Pero es que si no te sometés a la voluntad o las elecciones de vida familiares no tenés nada? ¿Ser un alma solitaria y cambiante no tiene mérito o es de hijos de puta?

Ciertamente nadie quiere estar solo, pero creo que también es cierto que cuando más se nos abre el panorama de un posible despegue repentino hacia un lugar tentadoramente inesperado, muchos de esos que te acompañaron una vida pueden funcionar como lastre. Hay veces que empezás a tirar de la soga para lados distintos con ellos, y otras en que sentís que jamás te entendiste mejor con nadie que con un extraño que dijo algo al pasar. ¿Tiene que ser tan extremista la situación como para hablar de reemplazos, o de ignorar alevosamente algo que realmente te interesó para poder volver al seguro y reconfortante nido?

Odio que esté tan encasillado lo que es bueno y lo que es malo, lo que es lindo y lo que es feo, lo que conviene o no conviene, lo que se debe o no se debe hacer. Las personas ya están predispuestas a compadecerte o preocuparse ante ciertas situaciones tildadas de indeseables sin considerar la posibilidad de que a algunos pueden gustarnos y que las elegimos por voluntad propia. Tener un trabajo “de mierda” onda telemarketer o camarera cuando vivís en una casa de dos pisos, con dos autos y garita en la esquina; tener toda la mañana y la tarde libre para ir a la facultad a la noche; tomarse el bondi y el tren en vez de la combi; hacer las cosas a mano en vez de en computadora...

A los que les chupa todo un huevo, hacen sólo lo que quieren y no tienen miedo de valorarse a sí mismos abiertamente generarán más odios, pero seguramente se equilibra con el amor propio que deben tener. ¿Será posible llegar a un estado similar de total libertad, búsqueda de cambios, de renovadora creatividad, manteniendo intactas las relaciones, los intereses y, en parte, la personalidad? Pase lo que pase, parece que uno siempre se va a estar acordando del camino que no eligió. Si sos un solitario, mirás con nostalgia grandes grupos de amigos reunidos, y si dejaste ocupaciones de lado por dedicarle tiempo a tus vínculos, te perseguirá el fantasma de lo que otros hicieron y vos tal vez también pudiste ser o lograr.

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