sábado, 30 de octubre de 2010

Dudas

Podrás dudar
de tu aguante, de tu empeño, de tu ambición, hasta de tu capacidad
de lograrlo.
Pero algo es seguro,
cuando estás tranquilo sin que te exijan nada,
sin obligaciones ni necesidad de demostraciones,
y te pones a mirar a tu alrededor,
sabés que ese es el mundo al que querés pertenecer.

Ese es el nivel de compromiso que habría que tener con cada una de nuestras decisiones.
El momento de deliberaciones ya pasó,
ahora hay que actuar.
A no sucumbir ante el sofocamiento, las presiones y sobrecargas,
hay que llevar las cosas hasta el final,
aspirar a tocarlas en totalidad y profundidad,
sino vamos a estar siempre rodeados
de inacabados, desperdicios, superficialidades, volatilidades, inestabilidad.

Así que ya sabemos,
podrás dudar de vos,
podrás dudar de mí,
vamos a pasar malos momentos, ciertamente.
Pero son los buenos los que nos hicieron elegir esto para nosotros
y siempre van a valer la pena el esfuerzo
de seguir peleándola.
Solo así, sin dar cabida a lo que pudo ser,
vamos a ser completos,
sin lugar a dudas.

miércoles, 27 de octubre de 2010

He aquí nuestra vida

He aquí nuestra vida: ¡de arena un reló!
En polvo sus horas se ven deslizar,
leves ondas que el río conmueve
y una a una desata en el mar,
que entre dos eternidades,
del pasado al porvenir,
punto imperceptible
marca su existir:
tal del joven
que brilló
la vida
voló;
Sí,
cayó,
¡Oh Pena
como arena,
cual río pasó
hijos y consorte
dejas, caro amigo, si,
en una patria adoptiva
que ora gime en pos de tí.
Mil honores debidos viviendo
en este recuerdo amor te dejó,
ora que no vives, te deja un genido;
he aquí nuestra vida: ¡de arena un reló!

Francisco Acuña de Figueroa

viernes, 22 de octubre de 2010

Machismo

Me había puesto a pensar cómo era que los hombres se animaban a chiflarle o gritarle cosas a una mujer más o menos bonita que les pasara por en frente. Es algo súper normal esto, ni siquiera está visto como algo malo, porque los hombres largan abiertamente todas esas guarangadas que pensaban y las mujeres de alguna forma se sienten halagadas. Todos ganamos. Admito que, de la costumbre, si yo pasara en frente a una obra en construcción y no me dijeran nada, pensaría que algo malo debe haber conmigo. Pero, aunque en la mayoría de los casos, esos “piropos” provengan de sujetos de tez morena, uñas roñosas y ausencia de algunos dientes, también pasa con chicos “de las mejores familias”, por ejemplo, en el ámbito nocturno. Más coraje les da cuando más numeroso es el grupo en el que están (o mayor el grado de alcohol en sangre). De nuevo, no me parece mal. Pero, ¿por qué nunca se ve que una manada de mujeres le grite algo a algún hombre/grupo de hombres? No creo que sea una cuestión de vergüenza. Ni de (falta de) líbido. Ni de modales (hay una amplia gama de piropos no-camioneros). Lo único que se es que la costumbre nos llevó a que siempre sea el hombre el que encara y la mujer la encarada. Aunque eso en el uno-a-uno esté cambiando un poco, en este tipo de cosas todavía se ve.
¿A qué viene todo esto? Me hizo pensar que la mujer tiene un papel bastante pasivo, y el hombre es el que se supone que actúe. Imagínense un escenario bolichezco en el que una chica bonita encara a un chico que se le niegue “porque sí”. Todos pensarían que es medio puto, no? Mal! Les comento, eso para mí es machismo. Porque, como lo veo yo, el machismo no ataca solo a las mujeres. También define las pautas que tienen que cumplir los hombres para ser “machos”.
Muchas veces se los tilda de gays si se preocupan excesivamente de su apariencia, o si opinan abiertamente de ciertos temas, o si se dan el lujo de ciertas actitudes, o si participan en ciertas actividades. Tengo que admitir que en parte yo discrimino a los hombres lindos; si veo que se me acerca un chabón que tiene pinta y es extrovertido, enseguida lo considero como alguien potencialmente soberbio, vanidoso, embustero, mujeriego… por lo menos, hasta que demuestre lo contrario. Es como una forma de protegerme y preservarme a mí. Bueno, eso está mal. Es suponer cómo va a ser o actuar una persona, valiéndonos de casos anteriores probablemente, pero que nunca serían tan numerosos como para que no corresponda otorgarle el beneficio de la duda. Y, obviamente, esto va con cualquier tipo de discriminación.
Creo que el siguiente paso en la erradicación de la discriminación es que se considere el pensamiento y las capacidades de una persona que además está pendiente de su exterior ANTES que ese exterior. Es decir, que a una mujer u hombre arreglad@/producid@/bell@ se lo piense primero como a alguien capaz de emitir un juicio válido. Por lo menos, hasta que demuestre lo contrario. Específicamente en el ambiente del modelaje, por ejemplo, tengo yo la tendencia a pensar que son todos frívolos y no se valoran a sí mismos como personas, tanto hombres como mujeres, pero de seguro no son todos así.
Yo sinceramente, y hablando asexuadamente, creo que la mujer es más bonita que el hombre (y no soy lesbiana). Y esto es su maldición, porque se la va a ver siempre primero y escuchar después, si es que se la escucha. Y esto tanto desde hombres como desde mujeres. Creo que el peor medio de fomentar esto es la tele, más precisamente programas como Showmatch. De nuevo, más que aquellos que permiten que se muestre, o aquellos que lo ven, me dan bronca esas minas que se exhiben así y en algunos casos, se hacen pasar por tontas sin serlo, solo por que es lo que pide la demanda. Nunca se ven tantos hombres realizando este papel de idiotas sexys, ¿por qué? De nuevo, la demanda. La negación de los hombres heterosexuales a ver a otros hombres como objetos visuales (porque les aseguro que las mujeres y los gays no tendrían ningún drama). En cambio, las mujeres si se miran así mismas como objetos visuales. Otro ejemplo es Casados con hijos. Perdón si a muchos de ustedes les gusta, pero yo lo detesto. No me causa ni un poquito de gracia la estupidez de Moni y los constantes descansos de Pepe, y la imagen de Paola es otra del tipo de Showmatch. Es que, desgraciadamente, todavía no se logró que a la mujer se la vea como al hombre y se piense "a ver, ¿qué tiene para decir?" antes que "a ver, ¿qué tiene para mostrar?". Así que, en mi lucha por que sea así, las mujeres que se exponen de esa forma es como si hubieran vendido su alma. Les parecerá que exagero, pero sepan que es grave el tema. Nos gusta que nos vean lindas, como a todos, pero en nosotras llega a tal punto que es lo más importante y a lo que más aspiramos en la vida. Solo fíjense cuantos casos de anorexia y bulimia hay en hombres y en mujeres.
De saber las situaciones pasadas con las que tenía que lidiar la mujer, la verdad no me puedo quejar con el trato actual que tenemos (nótese que hablo del promedio siempre. Yo no vivo en Pakistán).  Creo que si hoy en día una mujer tiene que soportar a gente machista a su alrededor, es por que ella lo permite. Yo simplemente me alejo de esa gente, así que jamás tuve que “poner en su lugar” a nadie. Que la mujer no se haga valorar, eso sí, es más detestable para mí que lo que pueda provenir de los hombres. Tira abajo todo lo que las demás tratamos de construir.
Igual todavía hay ciertas costumbres que tienen alguna connotación machista, por más de que las intenciones de la persona ni lo sean. En un pasado, las mujeres solo eran adornos, y se les hacían regalos a cambio de su compañía. Y creo que eso es lo que termina en lo que ahora llamamos la caballerosidad de que el hombre le quiera pagar la cena a la mujer, o que le compre flores o bombones, le abra puertas, etc. Esas son cosas esperables del hombre (pretendidas, en algunos casos), pero de la mujer no se espera nada. Bueno, me gustaría que aunque sea no se ofendan si insisto hasta el final con pagar la mitad de la comida. No digo que no me valores como persona por no querer hacerme gastar, pero sí digo que no valorás mi pensamiento al suponer que, como te pasa a vos conmigo, yo también quiero agradecerte de alguna forma que me estés haciendo compañía. Quiero dejarlo claro: me gusta que sean caballerosos conmigo, pero solo si me permiten ser “damosa” con uds. Es todo un ida y vuelta, sino la mujer se acomoda y acostumbra a la posición de ser la agasajada sin mover un dedo.
También creo que en la seducción y el sexo los hombres tienen muchas presiones de que, si no sale bien, es porque ellos la cagaron, o son impotentes, etc, y la mujer suele ser “la que se deja”. Osea, ambos sexos tenemos presiones: en los hombres es porque sino llegan a cierto estándar no son hombres de verdad, y en las mujeres, porque nunca se espera que lleguen a un estándar. Y creo que la homosexualidad (más allá de lo que la origine, no quiero ofender al sr. Freud) me parece que tiene algo que ver con preferir las cualidades y presiones del otro sexo y no del tuyo.
Si la mujer es o no un ser inferior al hombre no me importa. La verdad es que en muchas cosas somos realmente superadas por los hombres, como en las habilidades físicas, o en matemática (es pura biología y estadística, no se la agarren conmigo). Pero obvio, es siempre hablando de generalidades, y tampoco quiere decir q no tengamos esas habilidades en absoluto porque no sean tan buenas. Y tampoco quiere decir que no los superemos en otras, como en lo social o la capacidad de estar pendientes de varias cosas a la vez. Por eso es muy sutil la línea entre lo que es machismo y lo que es solo tomar posturas en las realmente existentes diferencias de sexo. No se le puede decir machista a un padre que pretende que la hija vuelva más temprano en la noche que al hijo, o al novio que siempre acompaña a la novia a la casa, o que no te tomen en un trabajo de recepcionista nocturno por ser mujer. Realmente las mujeres son más vulnerables que los hombres, y los delincuentes prácticamente siempre son hombres.
Uno está muy acostumbrado a ver a los protagonistas de todas las situaciones como hombres. Lo neutro es el hombre. Por eso se dice “el hombre” como sinónimo del ser humano. Es una boludez, y a mi la verdad no me jode ese término, pero sí me jode que se genere como una tensión cuando la protagonista es una mujer. Es como que uno ya lo piensa de forma distinta, ya no se siente tan incluido, piensa inconcientemente “¿qué puede tener de distinto esta situación porque sea una mujer la partícipe?”. En cambio con el hombre eso no se cuestiona. Que sobresalga en algún área intelectual un hombre es lo esperable, pero si es una mujer, uno de alguna forma se pregunta como habrá sido su vida, como será ella para que haya llegado hasta ese punto. Es muy raro que las que realizan casi siempre las tareas de cocina y costura en la casa sean las mujeres pero los grandes chefs y diseñadores de ropa sean en su mayoría hombres, no? Pensemos en la figura del presidente como mujer. Creo que todos estamos a la espera de ver que “flaquezas” muestra en su mandato por ser mujer, ser más emocional, más floja, más frágil.
Es así, a la gente le causa rechazo que las mujeres actúen como hombres. Es bastante alarmante para las personas de generaciones más viejas ver que ahora las chicas vienen cada vez más desinhibidas y desaprendidas, y se manejan de formas más parecidas a las de los chicos en las relaciones. Yo misma pienso que son medias cualquieras, y que yo no lo haría. Pero también creo q en un par de generaciones más, cuando se hayan acostumbrado, ya no van a ser consideras trolas, o si lo siguen siendo, a los hombres también se los va a mirar mal por hacerlo. Y ahí si vamos a estar en igualdad de condiciones.
La discriminación entre sexos es igual que el resto de las discriminaciones, como las étnicas y religiosas. Son prejuicios que uno se hace frente a cierto tipo de gente por ser distinto a uno, en los que uno supone como van a actuar o dejar de hacerlo. Y como una forma de discriminación, para evitar el machismo en todo en lo que hay que pensar es “no tengo que tratar al otro como no quiero que me traten”. Sea hombre, mujer, o lo que fuere, si se siente una necesidad constante a recurrir a denigrar al otro, debe ser porque no te sentís lo suficientemente seguro con vos mismo como para que tus argumentos en tu defensa provengan solo de vos y de tus acciones. Que el otro sea peor en algo que vos, no es un punto a favor tuyo.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Un mate y un amor

Por Lalo Mir en el programa 'Lalo Bla Bla' de Radio Mitre

El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca.
Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed.
Es más bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es 'hola' y la segunda: '¿unos mates?'.
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros.
Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.
Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar.
En verano y en invierno.
Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo.
Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: '¿Dulce o amargo?'. El otro responde:
'Como tomes vos'.
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da.
La yerba no se le niega a nadie.

Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular.
Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.
Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos.
No es casualidad. No es porque sí.
El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. Es querible la companía.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablas mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambia la yerba!'.
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, '¿está caliente, no?'.
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir 'gracias', al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.

domingo, 17 de octubre de 2010

Yo no sé nada

Yo no sé nada
Tú no sabes nada
Ud. no sabe nada
El no sabe nada
Ellos no saben nada
Ellas no saben nada
Uds. no saben nada
Nosotros no sabemos nada
La desorientación de mi generación tiene su expli-
cación en la dirección de nuestra educación, cuya
idealización de la acción, era - ¡sin discusión!-
una mistificación, en contradicción
con nuestra propensión a la me-
ditación, a la contemplación y
a la masturbación. (Gutural,
lo más guturalmente que
se pueda.) Creo que
creo en lo que creo
que no creo. Y creo
que no creo en lo
que creo que creo
«C a n t a r d e l a s r a n as»
¡Y     ¡Y      ¿A       ¿A      ¡Y     ¡Y
su      ba       llí         llá       su      ba
bo       jo       es           es       bo       jo
las     las      tá?             tá?      las     las
es        es       ¡A               ¡A       es        es
ca        ca       quí                 cá       ca        ca
le         le        no                   no        le         le
ras       ras       es                     es       ras       ras
arri       aba       tá                       tá       arri       aba
ba!...      jo!...       !...                       !...       ba!...      jo!...

Oliverio Girondo

jueves, 14 de octubre de 2010

That's all

Bueno, esta sería la primer entrada que le rinde cuentas a blogger como "bitácora", incluso la primera que escribo directamente acá sin previo paso por word. Es que tuve un día choto. Y eso que falté a la facu y estuve "descansando", y además me vino a visitar Neush. Pero bueno, es que ya me cansé de hacer las cosas mal por no ser capaz de hacerlas de otra manera o no saber de qué otra manera hacerlas. No debería decir que no soy capaz, probablemente. Pero cuando pensaba que siempre estaba a tiempo de cambiar, que ya lo iba a hacer, sufría más todavía que aceptando ser de cierta manera, aceptarlo como una limitación, y actuar acorde. ¿Por qué sufría más? Porque siempre estaba en terreno desconocido, sin saber si iba a llegar a la altura de las situaciones. Casi siempre llegaba a estarlo, pero si alguna vez no era así, iba a ser un re porrazo, mucha desilusión. Hoy por hoy, prefiero aceptarme como insuficiente que siempre pensar que soy la potencia de. La potencia sin consumación es nada. Insuficiente algo es, por lo menos. Poco, pero algo. Aunque, claro, ya me estoy crucificando en mi destino. Así como el ser la potencia me provocaba incertidumbre de una forma negativa, también me podía brindar sorpresas gratas. Pero bueno, hay que tener cierto grado de esperanza y fe en uno mismo que ahora no tengo. Ahora lo que me gobierna es la puta inercia. Podés ser un genio, un mediocre o solo promedio, si no hay voluntad, el motor y comienzo de todo, no llegás siquiera a ser. Eso es lo que marca la diferencia entre unos y otros, más allá de las capacidades: la voluntad, la predisposición a esforzarse, la entrega de tus lágrimas, sudor y sangre. ¿Cómo consigo eso? Porque el deseo y la motivación creía que no me faltaba. Entonces, ¿qué es lo que me falta? ¿Sometimiento, resignación? La resignación ya la estoy aplicando, pero por lo visto de forma inconveniente. ¿Es falta o exceso de autoestima? Porque, la verdad, siempre supe que el miedo al fracaso era por no querer afrontar los límites de las capacidades propias. De hecho, desde que empecé a tratar de hacer algo respecto a mi falta de cumplimiento, lo que hice fue tratar de bajarme los humos y convencerme de que capaz no era tan competente como creía que podía ser, para ver si así me daba "menos miedo" arriesgarme a hacer las cosas. Bueno, no, lo que logré fue aceptar que soy incapaz de tener voluntad. Qué pelotuda. Llegar a incorporar la filosofía de esperar siempre lo peor también es otra de las consecuencias. Con esa me evito la parte del porrazo. Aunque, en la cotidianeidad, aporta cierta cuota de amargura a tu vida. Al final terminé tomando un montón de mini-medidas para poder convivir mejor con mi falta de voluntad, en vez de realmente erradicarla. Qué ilusa, qué ingenua. Ya no puedo seguir permitiéndome acomodarme y acostumbrarme a no tener impulso. Porque lo que esto era no poder terminar lo que empezaba, después seguía con no poder empezarlo siquiera. Y lo que se aplicaba a cosas insignificantes se va a ir expandiendo. El momento en el que realmente me da todo el miedo es cuando ya me da pereza siquiera tratar de entender o reflexionar sobre cierta cuestión, pensarla a conciencia y a fondo volcando el 100% de tu cerebro. Yo se que es normal tener esa actitud en muchas cosas, creo que cada vez más en la vida. Como dije en otra ocasión, como ya otros elaboraron por nosotros, es más frecuente hacer las cosas automáticamente. Y también tener la ansiedad de enseguida ir a otra cosa. Eso es lo que me está lapidando: la costumbre y la urgencia. La costumbre de ser y hacer como uno siempre fue e hizo, y la urgencia de avanzar. Estoy dejando de lado el proceso entre ambos. Demasiado enfoque a mi pasado y futuro me dejó este presente mutilado (qué poeta). ¿Cómo llegué a esto...?
Sepan que no tener voluntad es lo peor que te puede pasar en la vida. Porque lo que se dice frente a cualquier tipo de actitud personal que no gusta es "cambialo". Y mi respuesta es "no tengo la voluntad suficiente para hacerlo".

El tema al que le rinde tributo el título es de Genesis, lo quería copiar entero pero es medio largo y blogger me cierra la ventana cada 2'. Así que solo cito un verso.

...it's always the same, it's just a shame, that's all...

martes, 12 de octubre de 2010

Desvaríos trasnocheros sin nombre VI

todo el tiempo
tirando de la soga
llenándome de culpa
haciéndome sentir que fui
inadecuada desde el principio
todo el tiempo
                       desde el principio
                       fue un juego
                       que tuve el lujo
                       de simular jugar
                       pero no, en realidad
                       solo participan los demás
                                                    con sus idas y vueltas
                                                    parecen tener cierto camino
                                                    tener un certero final
                                                    pero uno
                                                                    siempre flota
                                                    pareciera                       en la nebulosa
                                                                    por más seguro
                                                                    que creas estar
                                                                    o desorientados
                                                                    los demás
                                       solo participan los demás
                                                                                     y yo actúo
                                                                                     como si fuese
                                                                                     uno más
                                                                      pero en realidad
                                                                      lo que hago es
                                                                     e s p e r a r
                                                                       el momento en que
                                                                    m e   s o b r e p a s e
                                                                        n o   p u e d a   f i n g i r   m á s
                                                                   a   b   a   n   d   o   n   o
                                                                         f u e r a   d e   j u e g o
                                                                      no hay camino por andar
                                pero hasta entonces

                                hago como si fuese capaz
                                ser un participante de verdad
                                             que en realidad estuvo
                                                            fuera de juego
                                                      desde el principio
                               todo el tiempo

sábado, 9 de octubre de 2010

Esas injusticias que son ley II

La vereda tiene circulación doble mano. Fin de la cuestión. Hay que dejar lugar suficiente como para que pase una persona por algún costado sin que pierda su dignidad (esto incluye no tener que tirarse al barro o estamparse contra paredes, árboles o autos). En caso de que la vereda no sea lo suficientemente ancha, la denigración de las dos personas que van en sentido contrario se reparte equitativamente, 50% y 50% (repito: en sentido contrario. Los que vienen atrás tuyo y te quieren pasar, deberán esperar el momento en el que no pase nadie en sentido contrario por tu costado. Pero el lugar siempre se deja). Por ende, ¿cuáles son los infractores más comunes?
● El que camina por medio de la vereda. Hijo de puta egocéntrico, lisa y llanamente.
● Cuando hay mucha gente que va hacia un lado y poca hacia el otro (como ser, cuando sale la gente del túnel, baja del tren, termina algún turno de algo…). Si la vereda tiene 10 metros y ustedes son una horda de orcos, no voy a pretender que me dejen la mitad a mí, pero, ¿1 de esos 10, los que están más afuera, por favor?, gracias.
● La amistad. Muy lindo que vayan 3 o 4 todos agarrados del bracito a lo Heidi, pero no sigan con su barricada como si yo no existiera solo porque me superan en número. Se me ponen en fila de indio, por favor, gracias.
● Los pasamanos. Dios los inventó con 2 divisiones por algo. No se manden los que van en igual sentido por ambos lados si hay gente tratando de ir al revés.
● Los tranquilos, relajados, lentos, indecisos en un lugar con flujo intenso. Cuando alguien se para de la nada, no se decide hacia dónde quiere ir, entabla un lindo diálogo con otro alguien a mitad de paso o pretende registrar todas las ofertas de las vidrieras a la vez que caminar, me dan ganas de asesinar.
● Y acá viene un logro. La gente se dio cuenta de que si no dejan salir primero a los de adentro del tren, no entran ellos (si se trata del Sarmiento o similares), así que esperan (hasta un plazo límite, no te acomodes) a que los de adentro salgan para entrar los de afuera.
Realmente, a algunos deberían mandarlos a una academia para aprender a circular peatonalmente como se hace con los autos.
Y recuerden: los choques de hombros son peligrosos, pueden tomarse como declaraciones de guerra.

Esas injusticias que son ley I

Nononono, no soporto que la gente tenga y acepte que tengan ciertos comportamientos que, onda, no van.

Empecemos por las filas. Cualquiera, pero especialmente esas que son largas, lentas y densas. Sí, estoy pensando en la del colectivo. ¿Estamos todos de acuerdo en que las filas funcionan por orden de llegada, no? Si viene alguien y de la nada se te para adelante en la fila, probablemente le digas algo, ¿no? (Si se te para atrás es otra historia, eso ya le compete al que te seguía a vos.) Bueno, ¿me pueden explicar por qué carajo esto se deja de aplicar cuando hay relaciones personales de por medio? ¡Las reglas siguen siendo las mismas! El que te hayas encontrado a ese AMIGAZO del cual no te querés separar ni el lapso que tardás en subir al bondi no te da el derecho a colarlo. Porque, en ese caso, el sacrificio por que ustedes puedan charlar lo hacemos todos los pelotudos que veníamos atrás tuyo. Para mí no significa nada ese chabón, no corresponde. El sacrificio lo tenés que hacer vos, que le tenés un aprecio inconmensurable, e irte al final de la fila con él. O en un mayor acto de bondad, cederle tu lugar. Pero yo nunca escuché de canjes 2x1 en las colas. Así como tampoco escuché de cartelitos de “vuelvo enseguida”. Esa es otra; tenemos la fila para esperar el bondi, y también la de garpar el boleto. Les recuerdo las reglas: orden de llegada, no se canjean cupones, no se acumulan promociones. Así que, ¿cómo es eso de irte directamente a la fila del bondi cuando la del boleto es larga, y esperar a que disminuya ésta y se alargue aquella como para tener la cara de pedirle al de atrás tuyo que te “guarde el lugar” (porque, como ya tenés tanta gente atrás…) e ir rápido a sacar el boleto, y terminar estando mucho más adelante en la fila del bondi de lo que hubieras quedado si hubieras hecho las cosas bien? Y el que te hayas hecho el que recién decidiste que querías pagar con billete no te da más derecho. Ni eso ni que te haya dado una sed repentina, o la urgente necesidad de comprarte una tarjeta para celular, o lo que sea (aunque sinceramente me causa más odio lo del boleto porque es algo que tenemos que hacer casi todos). Yo se que esperar en la fila es lo más aburrido que hay, pero ¿tanto como para perder el honor, la moral, la consideración por el otro por adelantarte 10 personas, 2’ de fila? El problema es cuando ya somos muchos, la gente aprovecha porque sus forradas pasan más desapercibidas. Si es gente que está de acuerdo con “no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan” les comento que no es aplicable solo a algunas situaciones, va con todo. Porque cuando te colás seguro que hay una cosita que te pica un poco llamada CONCIENCIA. Y mi objetivo con esto es que la conciencia no deje de picar (porque sería medio utópico pretender que la gente se deje de colar). Y para que no deje de picar, tiene que seguir estando “mal” ese comportamiento. ¡Que no se normalice solo porque lo hacen muchos! ¡No permitan que los demás lo hagan para poder estar abalado uno a hacerlo también! Que no lo haga nadie en un principio y ya.

Ayer estaba haciendo la fila del bondi en la facu y la gente pasaba entre medio. Yo estaba colgada leyendo algo y ya había dejado un espacio considerable entre mí y la chica de adelante, cuando me doy cuenta que 2 pibas que antes no estaban se pararon ahí. Les digo “¿están para el rápido?”, dispuesta a continuarlo con un “porque la fila termina por allá…”, cuando la chica que estaba adelante mío desde el principio me dice “está bien, están conmigo”, y yo le respondo “ah, disculpá…”
(unos minutos después)
¿Le dije “disculpá”? WTF? ¿Por qué me tengo que disculpar? ¿Por haber estado 10’ en esta fila mientras tus amigas iban al baño o se compraban algo en el kiosco, y haber -OMG- pretendido que no tengan la suerte de entrar antes que yo al bondi? ¿Sos James Bond que por estar con vos pueden ligar asiento y ahora 2 de los 50 que estamos atrás vamos a tener que viajar parados cuando por orden capaz nos sentábamos? Decí que después no se tomaron el mismo rápido que yo y que me pude agarrar el último asiento.

martes, 5 de octubre de 2010

Desvaríos trasnocheros sin nombre V

Ya no soporto ser así. Me cansé de hacer que las cosas hermosas y buenas de este mundo terminen siendo una pesadilla por el simple hecho de que mi vida no sea tan perfectamente como yo quiero. Mi personalidad es como un barrilete que flota libremente en un lugar lejano y desconocido, un lugar sin límites, un lugar que me cansé de no poder controlarle el clima. Un lugar que yo se que es hermoso, alegre y radiante, pero que de un momento a otro arde en llamas y es invadido por los gritos, para luego terminar siendo solo cenizas, frío, oscuro, inhabitable. Mi cuerpo es transparente como una cortina de agua, que inútilmente intento transformar en hielo, pero siempre va a poder atravesarla lo que esta dentro de mí, hiriendo a aquellos que tengo alrededor y que son lo que más quiero. No puedo negar lo que siento, no lo elijo. Pero tampoco puedo ser de otra forma de cómo me siento, no puedo esconderlo. Entonces, díganme, ¿qué es lo que queda de mí? ¿Qué es lo que queda de aquellos que me aman cuando soy feliz, al momento en que mi barrilete atraviesa los campos de la tristeza, el odio y la soledad?

sábado, 2 de octubre de 2010

Entrevista a Zigmunt Bauman

Son dos notas juntas publicadas en La Nación, una por Cecilia Diwan y la otra por Juana Libedinsky.

¿Por qué sostiene en su libro que esta nueva sociedad está sitiada?
Porque aquello que seguimos llamando sociedad, esa cualidad imaginaria en la que política y poder confluyen, está siendo atacado por dos frentes. Por un lado el poder se está evaporando hacia arriba, al espacio planetario, que es el dominio de los negocios extraterritoriales. Por el otro, la política se escapa hacia el espacio de las fuerzas del mercado y de lo que llamo la "política de la vida": el espacio de los individuos con alianzas tenues que tratan con esmero -pero con resultados prácticamente nulos- de encontrar soluciones privadas a los problemas públicos. Las instituciones políticas heredadas de los tiempos en que el poder y la política estaban al nivel del Estado-nación moderno se mantienen atadas a una localidad exactamente como antes, sin la posibilidad de resistir -y ni qué hablar de controlar- las presiones de lo poderes globales. De esta manera están imposibilitadas de desempeñar sus papeles tradicionales y los ceden a las fuerzas del mercado o las dejan abiertas a la iniciativa y a la responsabilidad individual. El resultado final es el sentimiento generalizado de que cada uno de nosotros está por las suyas, de que nada se gana uniendo las fuerzas y preocuparse por una buena sociedad es una pérdida de tiempo: es el debilitamiento de la solidaridad social con la consecuente fragilidad de los lazos humanos.

¿Cómo influye esto en nuestra búsqueda de la felicidad?
La nuestra es una sociedad crecientemente individualizada, en la cual el ser competitivo, más que solidario y responsable, es considerado clave para el éxito. Y dado que la felicidad de larga duración, la felicidad que crece en el tiempo gracias a su cultivo cuidadoso y paciente, es concebible sólo en un entorno predecible y en el que se respeten las normas, la búsqueda de momentos felices o de éxtasis episódicos está tendiendo a reemplazarla. La felicidad es vista como momentos, como encuentros breves, más que como un derivado de la consistencia, la cohesión, la lealtad y el esfuerzo a largo plazo que sostenían la mayor parte de los filósofos modernos.

¿Y cómo afecta a las relaciones humanas, sobre todo al amor?
Hace que las relaciones entre las personas se vuelvan de una extrema ambivalencia y ansiedad. Por un lado, en un ambiente líquido necesitamos amigos más que en ningún otro momento del pasado. Por otro lado, sin embargo, la amistad es un tango para dos y requiere de un compromiso firme y permanente, que nos puede atar las manos en caso de que la situación cambie y aparezcan nuevas oportunidades más atractivas. El problema es que esas condiciones no son las ideales para que florezcan la verdadera amistad, ni el amor.

¿Todo tiempo pasado fue mejor para las relaciones? ¿Era mejor quedarse atrapado en una relación, por mala que esta fuese?
Mi colega británico Tony Giddens habla de las relaciones actuales como relaciones "puras", en el sentido de que están limpias, emancipadas de toda carga adjunta como, por ejemplo, el compromiso de mantenerlas hasta que la muerte nos separe. Una relación de pareja hoy se afronta con la expectativa de una gratificación mutua constante. Si deja de ser así o no resulta tan fantástica como se esperaba, no tiene sentido mantenerla. Giddens cree, justamente, que eso es muy liberador. Antes, alguien que era infeliz con su pareja y quería abandonarla no podía divorciarse y/o buscar una nueva, y él considera que esto era muy restrictivo respecto a la libertad del individuo. Giddens tiene razón, pero la idea de que si se sacan las restricciones entramos en el paraíso es errada, porque sin las restricciones entramos en un mundo de incertidumbre continua respecto al futuro, que trae una enorme ansiedad a las partes involucradas. Para entrar en una relación "pura" hace falta el consentimiento de dos personas, lo cual es bueno. Pero para romperla, con la voluntad de una sola basta. Si un solo miembro de la pareja dice "Necesito más espacio" o cree que el pasto es más verde en el jardín de al lado, todo se acabó. Por eso, ambas partes viven con el miedo permanente a ser descartados o cambiados. Era una pesadilla vivir sin la posibilidad de poder escapar de las relaciones. Pero es también una pesadilla vivir siempre en un estado de ansiedad respecto al futuro de la relación en la que se está. En ambos tipos de arreglo hay aspectos muy negativos. Por eso no es que estemos progresando al pasar de un tipo de vida a otro, sino que pasamos de uno con ventajas y desventajas a otro con ventajas y desventajas, solo que distintas.

¿Hay otras consecuencias de estas nuevas formas de relacionarse entre humanos?
¡Claro! Yo las llamo los daños colaterales. Son las consecuencias no intencionales y que no se tomaron en cuenta al hacer o deshacer relaciones de una manera consumista. En el plano material, podemos ver que la economía consumista es una economía que genera mucho desecho, lo cual trae los problemas de la basura, aguas contaminadas, calentamiento global, polución de la atmósfera. Estos son los daños colaterales en el medio ambiente. Su paralelo en la relación entre personas se ve, por ejemplo, en los chicos. Cuando una pareja se rompe, ellos son los que sufren los daños colaterales. Nadie los consulta sobre la decisión, pero son también los grandes afectados. Otro tipo de daños colaterales de nuestra sociedad consumista es la exclusión de aquellas personas que quedan fuera del sistema, los que no tienen los recursos para entrar en ella con los mismos derechos que los demás. Si voy a cualquier shopping en Buenos Aires, voy a ver cámaras de seguridad como en todas partes del mundo. ¿Para qué están? Para detectar aquellos que no lucen como clientes y así alertar a los guardias para que, delicadamente o no, los saquen a la calle. Los llamo consumidores fallidos; son aquellas personas que no agregan al bienestar de la sociedad de consumo ya que no tienen dinero para contribuir a ella. Quedan entonces aislados. Ser un consumidor fallido es una humillación, y quienes más lo sienten son sus hijos, que no pueden ir a la escuela con las mismas zapatillas que sus compañeritos. Es una tendencia deshumanizadora a escala global, porque con el creciente nivel de consumo cada vez son más y más los que quedan en esta categoría. Uno nunca puede tener suficiente cuando el de al lado tiene más. La sociedad de consumo es una escalera que nunca se puede terminar de subir.

¿Pero el consumo no tiene acaso valor por su efecto apaciguador de las pasiones? Más allá de la actual bonanza que trajo el cambio a Leeds, ¿no podría explicar la paz en Irlanda del Norte un poco por la prosperidad de Irlanda?
En efecto, las guerras civiles en distintas partes del mundo no son causadas por el consumismo sino por la ausencia de este, y puedo admitir que el consumismo tiene un efecto pacificador. Inglaterra tuvo tropas en Irlanda del Norte por 30 años, pero el gran golpe a la violencia sectaria vino desde el sur de la frontera, cuando Irlanda pasó de ser un país pobre a ser un país próspero, y gente dispuesta a matar encontró otras metas más atractivas y placenteras en la vida. Por eso creo que la guerra contra el terrorismo solo tiene una batalla que es ganable: mejorar las condiciones de vida en las zonas pobres y humilladas del mundo, que son caldo de cultivo para la violencia. Y justamente allí radica para mí la esperanza para la ética en el mundo contemporáneo.

¿Por qué?
Muy simple: por primera vez en la historia de la humanidad el interés propio y el imperativo moral apuntan en la misma dirección. Durante los doscientos años de historia moderna, los filósofos se rompieron la cabeza tratando de reconciliar la moral y el interés individualista, términos que consideraban inherentemente contradictorios. ¿Por qué? Porque para ser moral hay que sacrificar parte del interés propio en función de los demás, siempre. Pero ahora estamos en una situación en la que debemos cuidar el uno del otro para permanecer en el planeta. Es nuestro deber moral abolir la humillación, la falta de dignidad y elevar la humanidad de la gente de todos los países para incrementar nuestras posibilidades de supervivencia. De lo contrario estaremos siempre en peligro y, como demostró el atentado a las Torres Gemelas, no hay océano lo suficientemente amplio para proteger a nadie cuando hay gente que siente una sed de venganza. En el Primer Mundo, la gente hace filantropía con el Tercer Mundo como parte de su deber moral, y luego explota impiadosamente su mano de obra barata como parte de su interés. Es como si la filantropía y el interés estuviesen en dos planos distintos: el de la nobleza del espíritu y el de los negocios. Esto es una locura. Cuando hacer que un artefacto explote en Buenos Aires o Londres es tan fácil como hacerlo en Darfur o Irak, queda claro que debemos compartir todos lo que consideramos la buena vida o, de lo contrario, no saldremos del peligro mortal.

¿Qué espacio le ve a la decisión personal en un mundo tan dominado por la tendencia a homogeneizar el comportamiento?
No creo que comportarse de una manera determinada sea la obligación de nadie. Cada uno es libre, en las sociedades libres (¡y ustedes en la Argentina ya no tienen a la Junta Militar!), de tomar sus propias decisiones. Por eso, no creo que en un mundo de relaciones frágiles no se pueda encontrar un matrimonio que permanezca fiel por 80 años. Tampoco digo que en una sociedad consumista no se pueda ser una persona humilde y modesta que lleva cinco años seguidos el mismo modelo de celular y que no cambia de ropa cada temporada. Pero lo que sí estoy diciendo es que las condiciones en la sociedad hoy son tales que privilegian ciertas decisiones, con lo cual es más fácil moverse con la masa que actuar por la propia. Nadie te ridiculizará; nadie se reirá de ti así. Y si uno va a una entrevista de trabajo con ropa de hace veinte años, sabe que es más difícil que le den el puesto que a alguien que va con ropa como se usa ahora. Hay un precio que pagar por ser diferente, es una vida más difícil. Por eso arriesgo, con la ayuda de la información que tengo, que solo una minoría va a resistirse a seguir a la masa y que esta minoría va a ser cada vez menor. Hoy los chicos aprenden desde la infancia a desarrollar una vida orientada hacia el consumo. Cuando desde la cuna se les enseña que todo sueño debe apuntar a las tiendas, es muy difícil que eventualmente se rebelen.

¿Qué ocurre en la actualidad con los no consumidores, los muchos que no tienen recursos para consumir?
La sociedad contemporánea integra a sus miembros, fundamentalmente, como consumidores. Para ser reconocidos, hay que responder a las tentaciones del mercado. Todas éstas son cosas que los pobres -gente que no tiene ingresos decentes, tarjetas de crédito ni perspectivas de un futuro mejor- no están en condiciones de hacer. Entonces, son vistos como inútiles, porque los miembros "decentes" y "normales" de la sociedad, los consumidores, no quieren nada de ellos. Nadie los necesita. Estas sociedades del consumo estarían mucho mejor si los pobres simplemente quemaran sus carpas, se dejaran quemar con ellas o se fueran. Lamentablemente, estos deseos ocultos no hacen más que empeorar las cosas. El resentimiento resultante es más agudo y el deseo de venganza, todavía más violento.

Entonces, ¿la tendencia al consumo nos deshumaniza?
Cada vez más tendemos a pensarnos, a apreciarnos o degradarnos sobre la base del patrón de los productos del mercado. Ir de compras y consumir significa, hoy en día, invertir individualmente en la propia membresía social. El consumo es inversión en la autoestima individual.

¿Tratamos a los seres humanos como objetos de consumo?
Los habitantes del mundo de consumidores perciben el mundo como un enorme contenedor de piezas de repuesto. Ya no se espera que nadie se conforme con lo que tiene y con lo que es. Si alguna pieza de los instrumentos utilizados a diario, de la red de contactos humanos o del propio cuerpo pierde su encanto, se la extirpa y se la reemplaza por otras piezas de repuesto, nuevas o mejoradas. Los consumidores son entrenados desde el nacimiento. La mentalidad de desechar se ha convertido en el objetivo principal de la educación a la que las empresas someten a sus futuros clientes desde muy temprana edad.

¿Cómo se encaran hoy las relaciones de pareja?
Si el objeto de amor buscado no alcanza un puntaje, el futuro "comprador" debe abstenerse de adquirirlo, tal como lo haría en el caso de todos los demás bienes en oferta. Si llega a descubrirse una falla luego de la "adquisición", el objeto de amor fallado, al igual que todos los otros bienes del mercado, debe ser descartado y reemplazado. Esto se ve, por ejemplo, en quienes buscan una pareja ideal por Internet. Seleccionan a una persona en una página de citas, como si fuera un corte en el mostrador de la carnicería. Pero el amor no es algo que pueda ser simplemente encontrado. Debe ser constantemente resucitado, reafirmado, atendido y cuidado. La creciente fragilidad de los lazos humanos tiene como resultado la escasa popularidad de los compromisos de largo plazo y el vaciamiento de todo deber excepto de aquellas obligaciones para con uno mismo. El amor tiende a ser visto o como perfecto desde el principio o como fallido. No se puede esperar que un amor así sobreviva siquiera a la primera pelea. Mucho menos, a los primeros desacuerdos y enfrentamientos serios.

Lo que hemos ganado es la libertad de elegir, de cambiar. Pero ¿se puede ser libre si no hay seguridad?
La libertad viene en conjunto con los riesgos, y los riesgos implican inseguridad. Desde la perspectiva de los afortunados, todas las previsiones hechas en pos de la seguridad son vistas como restricciones innecesarias e inoportunas. Sin embargo, incluso esas personas pueden descubrir que están en un error, como les pasó a los multimillonarios de Lehman Brothers, AIG y otros titanes de Wall Street y de la City de Londres.

Es más fácil moverse con las masas que actuar por cuenta propia, pero ¿qué espacio le queda a lo individual?
La gente lucha individualmente por obtener reconocimiento social y se guía por las listas de discos y libros más vendidos, las cifras de taquilla de los cines, los ratings de audiencia de la TV. Necesitamos orientación, y esa orientación sólo puede ser brindada si se observa lo que está en el centro de la atención pública, lo que está en boga y lo que deja de estarlo, lo que sube y lo que baja. Somos muchos observando a unos pocos.

Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos

Esto es un rejunte de información que saqué de internet sobre el libro Amor líquido de Zigmunt Bauman sobre las relaciones “profundas” y a “largo plazo” entre personas, aunque creo que también tiene alusiones a su otro libro, Vida de consumo.
Bueno, ahí vamos.


Empecemos por que el ser humano desde su nacimiento consume como forma de satisfacción de sus necesidades básicas. A medida que el individuo se desarrolla, a esas necesidades básicas se le suman nuevas necesidades de origen social por razones externas a su naturaleza, para crear una identidad y ser miembro de una sociedad. Asume el mundo donde ya viven otros comprendiendo los procesos subjetivos momentáneos. Cuanto más dinámica es la sociedad, más está obligado el hombre a poner continuamente a prueba su capacidad vital.
En la sociedad de consumo en la que vivimos los productores impulsan nuevas técnicas de venta para fomentar la compra por impulso y manejar las decisiones de los consumidores. El hombre es impulsado al consumo de productos, y más sutilmente, de imágenes, de ideas, de modos de vida por encima de su voluntad, guiado por fenómenos paralelos como las modas. Aquellos que no tienen la posibilidad de adquirir los bienes que se ofertan, viven su carencia como una auténtica exclusión social, ya que la sociedad de consumo propone la identificación de la posición social sobre la base de la tenencia de determinados bienes.
En el sistema mundial contemporáneo una de las premisas es el crecimiento. La exigencia básica de toda empresa, de todo proceso de producción, es la de crecer. Y esa exigencia se podía satisfacer en la modernidad clásica de los '50 sin la idea de cambiar perpetuamente de bienes. Digamos, cuando todavía quedan familias sin automóviles se puede crecer vendiendo a más familias, y cambiando los bienes en lógica de reemplazo. Pero cuando todos tienen automóviles, sólo se puede crecer si se instaura la idea que hay que cambiar regularmente de automóvil: que lo antiguo tiene que desecharse por el sólo hecho de ser viejo.
Frente a los desafíos de la globalización, las encrucijadas de la ética y la pérdida del sentimiento comunitario actual, la exigencia de desechar lo antiguo es lo que Bauman enfatiza que es característica de la nueva sociedad.
Estamos en a una sociedad con valores que se cambian velozmente, tal como los objetos de consumo. Cuáles son los niveles de compromiso y responsabilidad que se esperan de los demás, es una cuestión cultural que dependerá siempre de las personas en sociedad y sus situaciones particulares. Los modelos de consumo están a tal punto interiorizados que rigen los comportamientos más íntimos de las personas.
Si uno quiere ropa, va al negocio y trata de encontrar la más fascinante, la que más placer le da al ponérsela. La paga, vuelve a la casa y espera que le quede perfecta y que el deseo que tenía al comprársela quede satisfecho. Si eso no ocurre, o uno devuelve la prenda y recupera el dinero, o la tira a la basura. Esa es la forma de lidiar con los objetos materiales. Su único valor, y por ende, el único examen que tienen que pasar, es dar satisfacción a quien los consume. El problema es cuando tratamos a los seres humanos de la misma manera: en cuanto alguien deja de satisfacernos o de sorprendernos, o simplemente se vuelve parte de una rutina, lo descartamos o cambiamos por otro. Lo peor es que hasta el tipo de consejos que se suele recibir de los psicólogos y los terapeutas de pareja apunta en esa dirección. Si algo no satisface en el corto plazo, no sirve; no hay que demorar la gratificación, dicen a menudo a sus pacientes, lo cual está hecho a medida para fomentar las expectativas consumistas.

Para ser participantes de verdad en la sociedad, tenemos que transformarnos nosotros en bienes de consumo (y por tanto en seres que se pueden comprar, usar, desechar). Si hay gente en el mundo que no ha entrado en el patrón consumista no es porque no quiera, porque esté buscando algún tipo de vida mejor, sino porque no puede, porque no tiene los recursos necesarios. “El consumismo puede promover la uniformidad, pero también es un poderoso diferenciador. La incapacidad de consumir es una receta segura para la exclusión. Quienes no pueden consumir son vistos como personas que no merecen cuidado y asistencia. Entonces, consumir más es el único camino hacia la inclusión social.”
Sin embargo, Bauman dice “No estoy en contra del consumo. Todos los seres vivos deben consumir, es una necesidad del metabolismo. Nuestros antepasados consumían, no hay nada de nuevo en eso. Lo que me preocupa es el consumismo o el síndrome del consumismo: cuando la relación que tenemos con los objetos de consumo se traslada a otras áreas de la vida que deberían estar sujetas a reglas y actitudes totalmente distintas. Y que esto ocurra en escala masiva, eso sí es un fenómeno nuevo.” El consumo no es una máquina patentada que arroja cierto volumen de felicidad por día. Sostiene que “someterse al yugo hedonista no consigue aumentar la suma total de satisfacción de los sujetos sino todo lo contrario”. “Todos hemos visto, oído, y aun escuchado a pesar nuestro, a pasajeros del tren que, a nuestro lado, hablan sin parar por sus teléfonos. (...) Uno diría que están contando los minutos que los separan de sus seres queridos y que no ven la hora de poder mantener esas conversaciones cara a cara. Pero quizás no haya pensado que muchas de esas charlas por celular que usted escuchó por azar no eran el prolegómeno de una conversación más sustancial a producirse al llegar, sino un sustituto de ella. Que esas charlas no preparaban el terreno para algo real, sino que eran lo real en sí. Que muchos de esos jóvenes anhelantes de informar a sus invisibles interlocutores acerca de su paradero, ni bien lleguen a sus hogares correrán a sus cuartos a cerrar la puerta con llave detrás de sí.”
Bauman denomina a este tipo de lazos entre las personas relaciones de bolsillo “ya que se pueden sacar en caso de necesidad, pero que también pueden sepultarse cuando no son necesarias”. La filosofía de quienes optan por las relaciones sin ataduras a largo plazo consiste en someter constantemente a evaluación a la pareja del momento no desechando la posibilidad de cambiar a esa persona por otra más seductora. “Nos gustan lo nudos que atan fuerte, pero que se pueden deshacer con facilidad en cualquier momento, lo cual suele ser fuente de sufrimiento, autorrecriminación y una conciencia muchas veces intranquila. Lo que nos gustaría, en realidad, es poder poner en cada relación un cartel de que se trata de un compromiso hasta nuevo aviso.”
Frente a un futuro visto como incierto y fortuito para concretar una relación a largo plazo, cada vez tienen mayor auge este tipo de relaciones de momento. En una pareja ambas partes viven con el miedo permanente a ser descartados o cambiados, porque sin ningún tipo de restricciones o deberes con el otro entramos en un mundo de incertidumbre continua respecto al futuro, que trae una enorme ansiedad a las partes involucradas. La incertidumbre genera sufrimiento y seguramente para muchos apostar a una relación con compromiso y responsabilidad no deja de ser una gran aventura en una sociedad que favorece la fragilidad.
La novedad de hoy ha quedado ya inevitablemente envejecida por la novedad de mañana que ya se espera. Y esa novedad con fulgurante fecha de caducidad no es sólo la del objeto: es la del propio sujeto consumidor convertido él mismo en objeto de consumo, es la de los hábitos, la de las acciones y las pasiones, o la de las relaciones sociales, afectivas o laborales. Satisfacción rápida con compromiso cero, relación breve e intensa con responsabilidad nula. Se impone reciclaje; o se acumula una insoportable cantidad de residuos físicos, sociales, afectivos, sociales, morales.


“El amor no encuentra su sentido en el ansia de cosas ya hechas, completas y terminadas, sino en el impulso a participar en la construcción de esas cosas.”